Vivo la plenitud del otoño

No, no tengo en realidad 50 años, no, creo que he vivido en la eternidad porque en mí reposa el Espíritu de Dios.

Eso dice su palabra y es realidad, es verdadero.

Vivo mucho más que lo vivido, porque durante nueve meses estuve en formación, mientras el Artesano sabio perfeccionaba su obra para ser traida al mundo, estaba en ese lugar agradable y cálido, protegido desde entonces de las cosas del mundo. Por lo tanto, no pertenezco al mundo.

Pero no es verdad, nací mucho tiempo atrás, porque primero estuve en el corazón de Dios, y luego en su pensamiento y después en su decisión de que fuera concebido y formado en el vientre materno, así que mi vida natural surgió en aquel chispazo que dio el Espíritu, para comenzar todo ese proceso de los nueve meses.

Desde ese entonces el Señor ha estado al pendiente de mi vivir y mi diario caminar y puedo recordar aquel entonces, si no el año o la fecha, sí cuando fui ungido con perfumes de alegría, cuando corriendo entre los demás pequeños de la calle, del barrio, la chiquillada que juega por las tardes, tropecé y mi frente se abrió y el descalabro sufrido sirvió para que recibiera mi primera unción.

La sangre cubría mi rostro.

Fue el primer pacto de sangre en mi infancia primera ante el Todopoderoso.

Las mujeres corrieron en busca de alcohol para hacer que parara la sangre que fluía, pero al no encontrar en sus hogares, las vecinas, Ceferina y Carmela, acudieron llevando en sus manos un frasco de perfume de naranjos, fragancia que llenó mi rostro, fragancia que fue el primer acto de unción y que me sigue desde aquel entonces.

Pertenezco a Cristo, vivo por Cristo.

Él ha vigilado mi caminar y dejó que todo lo vivido, las buenas y las malas experiencias, sucedieran para que un día, ya con el conocimiento de su grandeza, sabedor de lo bueno y lo malo, eligiese el mejor camino que es el de la luz eterna y seguir entregado a él para convertirme en el varón de guerra que él predestinó para mi diario vivir.

Seréis como Alejandro…- Dijo el Señor, y hoy en día peleo las diarias batallas por alcanzar el establecimiento de un nuevo imperio, no el propio, sino el de Cristo, que se estableció aquí en la tierra, hace casi dos mil años, cuando Jesús nos redimió en la cruz para reconciliarnos con el Señor, con el Dios del Amor.

Hoy nos ha restaurado en nuestras vidas y nos ha reinstaurado en la posición de poder y autoridad que le concediera a Adán en el Jardín del Edén un día; por lo tanto, vuelvo a ser Señor y Gobernador y a enseñorearme de todas las cosas, porque para mí fueron creadas.

Cada cual, desde ese entonces, debe asumir ahora esta verdad…

Vuelvo a descubrirme a mí mismo, como siervo fiel del Señor, el varón valiente y esforzado que lucha cada día porque esta Nación, México, predestinada desde entonces a cosas gloriosas y maravillosas, alcance su objetivo y la promesa plasmada en la bandera: El triunfo del Evangelio de Jesús, que domina sobre la serpíente, sobre el pecado.

Published in: on 31 marzo, 2011 at 17:18  Deja un comentario  

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