Poema de Juan Carlos Galván Vela
Todas se han marchado,
todas,
aquellas tus enamoradas
que hablaron quedo frente a ti,
regocijándose de escuchar tu voz,
las que abrían la boca
admiradas de tu grandeza,
de la elocuencia con que narraste
de la vida,
del paisaje,
de la lluvia y
se mantenían abrazadas,
tiernas,
seguras,
protegidas,
sabedoras de que el amor fue sincero.
Ya no están,
esas tus amantes enamoradas.
se han marchado todas
y ya no te recuerdan,
no obstante el tiempo que les diste,
a pesar del momento de amor
en que te entregaste.
Lo vivieron y fueron felices
entregadas, creyéndose poseedoras
de lo que en ti encerrabas:
un corazón enamorado,
una vida plena por delante
pero donde ellas no vieron futuro.
Las que pensaron “de qué viviré”
las que eligieron no conformarse
con el amor eterno que ofrecías,
porque no era suficiente.
No, no bastaba con sueños
y pasiones momentáneas,
porque no era bastante,
sino poco,
y desearon más
Una soñadora camina
tomada de tu mano,
escucha el latir de tu corazón,
busca en tus ojos
porque ellos le cantan
las melodías de la vida.
No es fácil pues la necesito
tendré que buscarla,
llamarle, mirarla.
Sé que me espera
y yo decido correr
para que no espere más,
ya no se requiere el silencio
sino del sonido del amor
de esos labios que se tocan,
de esas manos
que recorren un cuerpo
d e s n u d o
de esas palabras suaves,
murmullos indescifrables,
rítmico vaivén que habla de la pasión,
de un acto supremo
un latir de corazones
cada vez mayor,
cada vez más grande
como infinito puede serlo el amor
Hoy estuve sin línea,
sin voz,
sin palabras,
y no hubo forma de escribir,
de enviar un mensaje
de decir: Te amo
Y de pronto,
no supe que hacer con tanto silencio
mientras tu voz, allá en la distancia,
también permanece muda,
sin saber que estoy en la lejanía,
pensando en ti…
Ha llegado la noche
y con ésta sus palabras,
ha llegado ella en ese juego
de imágenes imposibles
que hacen que la memoria resplandezca,
porque de alguna forma,
al estar ahí
unidos por ese cable de tierra-cielo
y cielo-tierra, es como nos enlazamos.
Ella espera anhelante
bajo la luz de la luna,
que te acerques,
que la abraces,
que la llenes de amor,
tiembla tan solo al pensarlo
lo vive, lo siente,
cómo te ama.
Y yo que deseo llenarme de ti,
hacer que el temblor se vuelva vaivén,
exaltación, placer
y después un quieto respirar…
Sólo cierra tus ojos
y estaré ahí para amarte:
con la fuerza de la tormenta,
con la quietud de un arrullo,
con la fragancia de los lirios,
con la suavidad de sus caricias,
pues te amo más allá
de la razón.