Y dijo Dios:
No es bueno que el hombre esté solo…
Entonces decidió crearle una ayuda idónea,
pero no manufacturada de importación,
no de baterías recargables,
no de circuitos o resistencias,
sino sensible, de piel hermosa,
de corazón que late, de labios que vibran,
de deseos más humanos y menos programables,
aún cuando ella diga: Hoy sí mi amor,
esta noche habrá canto de sirenas
bajo las estrellas.
La creación del hombre jamás igualará
la perfección hecha por Dios mismo,
quien tomó los mejores materiales
para esa creación muy especial,
para el regocijo del hombre,
su ayuda ideal.
Han pasado los años,
las generaciones,
las épocas
y la vida transcurre con nuevas formas
del desarrollo humano
que busca suplir todas sus carencias,
ante aquello que no consigue llenar
con todo lo que tiene a su alcance.
Ese vacío le motiva ahora
a suplir a la compañera,
como por años la ha reemplazado con vino,
con alimentos, con autos deportivos,
con caza, con posesiones y hasta
con varones mismos, desviado hacia la imperfección,
una obra que fue creada perfecta.
Caro ha pagado sus errores.
La obra más perfecta de Dios, la mujer,
es la que tras concluirla, vio el Supremo
que era buena… nunca sustituida,
ni reemplazada, para disminuir
un vacío que tiende a incrementarse.
Yo amo y amaré por siempre,
lo más divino de esa creación:
La mujer, mi musa amada
y jamás será reemplazada,
porque es la única que tiene el don
de reproducir a la especie,
y no obstante, esa forma arcaica
del apareamiento, sigue siendo
el ritual más maravilloso
en este Paraíso Terrenal que habitamos
Juan Carlos Galván Vela